de gener 30, 2010

Historia de una bola de cuero

En el flanco derecho del Estadi de Montjuïc había un campo de béisbol. Ignoro cuando fue construido exactamente y porqué. Consultando el libro de Estanislau Roca, Montjuïc, la muntanya de la ciutat llego a la conclusión de que se trata de una obra posterior a la Guerra Civil. El campo aparece en los planos dibujados a partir de los cincuenta. Antes no. La historia de esta montaña es el paradigma de la capacidad de reciclaje de esta ciudad. Una característica que guarda relación con su densidad, una de las más altas de las ciudades europeas. Aquel campo de béisbol estaba situado donde hoy están las pistas de aeromodelismo, en un promontorio desde el que se divisa el Estadio y, detrás, el confín de Barcelona, los barrios de l’ Hospitalet y, al fondo, el Baix Llobregat.


Ese es el paisaje de la historia de hoy que arranca de un acontecimiento reciente y triste: la muerte de Joel, Eric, Mario y Xavi que perecieron en enero de 2009 a consecuencia del hundimiento del túnel de bateo del club de béisbol de Sant Boi. El próximo fin de semana se celebra un trofeo en su honor: Las cuatro estrellas.La afición al béisbol de Sant Boi arranca de aquel primer campo de Montjuïc. En él los hijos de las familias que vivieron durante años refugiadas bajo las gradas del Estadi y en los barrios de Tres Pins y Can Valero –la inmensa mayoría inmigrantes interiores que llegaron a la ciudad en los años cincuenta y sesenta- aprendieron a jugar viendo como practicaban ese deporte los soldados de la sexta flota americana. El Ayuntamiento les cedía el campo cuando los buques recalaban en el puerto.


Mi amigo José Antonio Patiño, hoy jubilado, que se crió en Tres Pins, recuerda a aquellos tipos extraños que se entrenaban en aquel deporte cuyas reglas no alcanzó a entender nunca.Ahí empezó una tradición que luego se extendería hacia el Baix Llobregat, cuando el Ministerio de la Vivienda construyó los polígonos donde reubicó a la gente que vivía en Montjuïc. Uno de estos barrios fue Cinco Rosas, hoy Camps Blancs, de Sant Boi. En los bultos que arrastraban sus primeros habitantes viajo, seguro, una pelota de cuero.


Hoy, una nueva generación migratoria, esta vez procedente de Latinoamérica, alimenta la afición. De nuevo, la ciudad se recicla. Esa es nuestra esperanza.